Dice que mi madre que desde niño tuve mucha imaginación, sobre todo cuando liaba alguna trastada, y llegaba el momento de dar una explicación; entonces inventaba las historias más descabelladas con tal de librarme del castigo, y algunas eran tan fantásticas que finalmente acababa por salir del lío, ya que todos los adultos terminaban desternillándose de risa sin decidirse a ponerme un castigo ejemplar. Así, entre descaros e historias, he llegado a la edad adulta yo también, pero la verdad es que estas dos características no las he abandonado. Todavía me gusta ir por ahí contando las mil y una ocurrencias que se me pasan por la mente, plasmarlas en cualquier hoja de papel que me encuentre, o teclear en mi ordenador las palabras que dan forma a mis historias. Por eso, hoy empiezo este blog, para no tener que ir desperdigando a esas hijas de mi inspiración por ahí, ya que temo que algún día esos pedacitos de obras me cobren factura, y acaben en manos extrañas que no sepan valorarlas. Me declaro un escritor frustrado, pero no porque no sea capaz de plasmar todas las historias que pasan por mi cabeza, sino porque nunca consigo darles un final….